Con un ambiente cargado de solemnidad y misterio, este martes se dio inicio al cónclave en el Vaticano, el evento más reservado y decisivo de la Iglesia católica, que tiene como objetivo elegir al nuevo papa tras el fallecimiento de Francisco.
Los 133 cardenales electores ingresaron a la histórica Capilla Sixtina al ritmo de la letanía de los santos, en una ceremonia que marcó el cierre del mundo exterior para dar paso a la introspección, la oración y, finalmente, la votación. Antes de que las puertas se cerraran con el tradicional “extra omnes”, los prelados realizaron un juramento colectivo de confidencialidad, comprometiéndose a guardar absoluto silencio sobre cualquier detalle relacionado con la elección del nuevo Sumo Pontífice.
Acto seguido, uno a uno, y en estricto orden de antigüedad, cada cardenal pasó al frente para realizar su juramento individual, colocando su mano sobre los Evangelios y pronunciando las palabras: “Y yo… prometo y juro. Que Dios me ayude y estos Santos Evangelios que toco con mi mano”.
Con la invocación al Espíritu Santo, se abrió paso al momento más trascendental: el inicio oficial de la votación secreta. Aunque el aislamiento es estricto, fuentes cercanas al Vaticano han revelado que, antes del encierro, los cardenales recibieron materiales con información detallada sobre sus pares, lo que ha sido interpretado como un intento indirecto de influenciar las decisiones en este proceso marcado por tensiones internas y expectativas globales.
El mundo entero mantiene la mirada puesta en Roma, a la espera del humo blanco que anunciará al nuevo líder espiritual de más de mil millones de católicos.
